Es difícil decir que no pensamos en una pedagogía de la acción.
Es difícil evitar la jerarquía porque parece inherente a toda estructura de orden. Tan difícil como comprender la posibilidad de un orden voluntariamente expuesto a las crisis, flexible y actualizable. Tan difícil como evitar confundir disciplina con disciplinamiento, autoridad con autoritarismo, capacidad con poder o competencia con competencias. Somos un impulso que -como el hambre- necesita una herramienta, y somos una herramienta que desea un criterio y necesita un parámetro. En estos años, nuestro trabajo en Curatoría Forense - Latinoamérica ha sido reconocer y evitar modelos, estereotipos y preconceptos. Lo que hacemos es diagramar áreas de trabajo e investigación, delegar para dividir y coreografiarnos, indagar si es posible -en los hechos y en las personas- una forma de pedagogía que sea a la vez una relación social y emocional que equilibre cohesión y tensión. Porque la cohesión nos hace fuertes y la tensión nos hace inteligentes. Hemos sido temerarios a veces y metódicos siempre. Hemos aprendido, producido y encontrado mucho. Desarrollamos una pequeña máquina de extravío donde nuestra indagación actúa a través de actividades y se actualiza en nociones, en constante prueba y complementación. Así fue como entendemos las residencias de arte como un espacio de excepcióndonde podemos renunciar a las eficiencias para poner a prueba la capacidad de argumentación y nuestra capacidad de permanecer juntos. Entendemos los seminarios como una larga conversación que se pierde y se reencuentra, donde el discurso desenfoca y sigue los estímulos que reorganizan las experiencias. Entendemos nuestra continuidad y recurrencia como un arraigo móvil. Entendemos que perseguimos un conocimiento que huye y cambia; un conocimiento contextual y contingente, y que, frente a nuestras evidentes limitaciones buscamos una manera de administrar la ignorancia. Como una búsqueda en la neblina, que se guía por otras voces. Las voces de otros, que buscan desde otros puntos de vista, desde otros marcos teóricos, desde otros impulsos complementarios. Para nosotros pensar es conversar. En esas conversaciones nos dedicamos a diseñar conjuntamente herramientas que nos den el mínimo de seguridad para conducirnos en el tanteo ciego, donde nuestras búsquedas se sincronizan y antagonizan por el placer de hacerlo posible. Diferenciamos conceptos como quien separa un perro de un gato, con la naturalidad de quien pide una pizza, indagamos cada cosa quirúrgicamente para luego actuar con desenfado. Vemos en cada síntoma una totalidad de la estructura y en las líneas editoriales un resultado contingente. Vivimos un escepticismo afectivo, en confianza y autonomía, que nos permite superar la frustración de lo que no vamos a alcanzar a ver, a poner a prueba, a poner en práctica. Hipotetizamos, viajamos, volvemos. Entendemos el mundo como una novela de misterio (a veces también como una novela de terror). Pensamos en grupo, actuamos en grupo, discutimos en grupo. Estamos sobre una teoría en desarrollo y hacia una política de la percepción y la conducta. Deseamos una pedagogía vulnerable, que se haga cargo de la incertidumbre y de la sospecha, que genere las herramientas para construir la confianza aún en las evidentes contradicciones que vivimos. Buscamos una pedagogía de la mutua afectación, en afectividad, influencia y desafío, porque amarnos de esta manera nos exige y nos contiene, así cómo somos y cómo deseamos ser. Esperamos demasiado, y a medida que vamos haciendo somos el fruto de nuestras consecuencias. Jorge Sepúlveda Tapia y Guillermina Bustos Coordinadores de Curatoría Forense – Latinoamérica