Nueva York es una ciudad bilingüe, para empezar a hablar. Este aspecto, de aparente inclusión y diversidad cultural, oculta y devela a la vez un escenario que no es sorprendente pero está naturalizado. Cuando uno camina por la ciudad encuentra a los residentes de la Ciudad de Nueva York que hablan español desarrollando trabajos que tienen que ver con el comercio -venta de alimentos, bebidas, etc-, limpieza ó cuidado personal. La excepción de esto somos los turistas o visitantes ocasionales que miramos sorpendidos los lujos de una ciudad que sigue siendo para unos pocos. Pero trabajada por tantos y sostenida.
La historia de la apropación de las estéticas y los artistas como objeto de estudio por parte de los centros de poder -primero Europa y desde los años cincuenta, Estados Unidos- tampoco es novedoso. Se ha escrito mucho de ello, pero la naturalización de este fenómeno continúa y se hace cada vez más fuerte. De la misma forma que uno se pregunta por cómo llegaron las piezas de arte africano tradicional a las salas del Museo Metropolitano, deberíamos preguntarnos qué hace Adrian Villar Rojas en la terraza del mismo museo.
Exactamente eso: ¿qué hace? ¿qué lugar ocupa? ¿qué sentidos despierta? -y por qué no- ¿qué negocios hay detrás...? ¿a qué-quién le es funcional?
Cuando las puertas del asensor se abren, vemos los restos de una bacanal y una batalla. Algo pasó y nosotros llegamos tarde. Algunos ganaron y se fueron dejando a sus víctimas. Algunos se esconden. Unos niños juegan. Un hombre intimidante nos espera.
La instalación se plantea en dos grupos de esculturas. Mesas blancas apoyadas sobre las sillas contienen restos de huesos, partes quebradas, que van percudiéndose con la lluvia, el viento y la polución de la ciudad. Otras negras -mucho más sólidas e inquietantes- permanecen de pié interpelándo al visitante.
La cabeza del imperio se alza al cielo sobre el Central Park.
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Del otro lado de la ciudad está el MoMA. El Museo de Arte Moderno exhibe ahora "Unfinished Conversations: New Work from the Collection". Una serie de obras que -juntas- llaman a la reflexión sobre la protesta social y sus tensiones. La exhibición se centra en -y lleva el nombre de- John Akomfrah. Sin embargo hace un rastreo por varios conflictos sociales y exactamente frente al texto curatorial en el ingreso a la sala se exhibe una pieza de la serie "Retorno al Mundo" (2012) de Adrián Villar Rojas.
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Por último, develar el objetivo de mi viaje: la curaduría de la exhibición individual de Silvio Fischbein, titulada "todos, IGUAL" en las galerías del Consulado Argentino. Un devenir lúdico pero completamente comprometido de que la historia y el mundo nos pertenecen a todxs de igual manera. La intención de generar preguntas sobre la diversidad y aquello que nos acerca.
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Quedan nombradas algunas de las oportunidades de pensar las tensiones que caracterizan nuestro tiempo. Claro, nos toca -o elegimos- hacerlo a través del pensamiento estético. Aquel que puede despertar las preguntas más allá de la lengua, tradición o cultura a la que construyamos todos los días.
Nos resta a nosotrxs el deternos a pensar los límites de nuestro arte pos-autónomo, que plantea estratégias de mercado, al tiempo que puntos críticos de la sociedad a la que pertenece. Nos toca, aquí en Nueva York, en Buenos Aires o en cualquier ciudad, volver a correr el velo y acordarnos que el mundo está plagado de contradicciones.