Sólo nos queda el cuerpo
_ Artículo conceptual para PerforMapeo III CENTRO CULTURAL PACO URONDO. Buenos Aires, Argentina. Diciembre 2018
“El problema no concierne entonces a la validez moral o política del mensaje transmitido por el dispositivo representativo. Concierne a ese dispositivo mismo. Su fisura deja aparecer que la eficacia del arte no consiste en transmitir mensajes, ofrecer modelos o contramodelos de comportamiento o enseñar a descifrar las representaciones. Consiste antes que nada en disposiciones de los cuerpos, en recortes de espacios y de tiempos singulares que definen maneras de estar juntos o separados, frente a o en medio de, adentro o afuera, próximos o distantes.” Rancière, J. (2010). El espectador emancipado. Buenos Aires: Manantial.
El cuerpo es a la performance. Si nos acercamos a ella como una construcción física y mental que se desarrolla frente a otrxs. Podríamos afirmar, entonces, que todo acto en la esfera pública es performático. Y si recordamos que lo personal es político, ya no hay dudas.
Ya no hablamos estrictamente de lo que sucede dentro de los límites del arte contemporáneo. Comenzamos pensar la cultura; esta construcción colectiva que determina nuestra realidad simbólica y material. En toda relación con lxs otrxs la performatividad manda, porque siempre hay una identidad que genera una codificación entre/desde los cuerpos. Esa codificación genera una tensión por lo interpretado y por los mismos límites de la interpretación. Es ahí donde la se abre el potencial de la performance: en lo no dicho. En la afectación real de los cuerpos radica el poder del encuentro. Pero es llamativa la paradoja: sólo podemos aprehender la performance mediante la distancia entre los cuerpos.
Al final del registro de “Me gritaron negra” (1978) de Victoria Santa Cruz (Perú, 1922-2014) los cuerpos de los bailarines y de la misma Victoria permanecen en silencio cerca de diez segundos. Toda la pieza hace referencia a la construcción identitaria del pueblo negro peruano. A esto se le suma la vulnerabilidad que supone ser mujer. Ser mujer y negra se potencian en orgullo:
“Al fin comprendí. Ya no retrocedo. Y avanzo segura. Avanzo y espero. Y bendigo al cielo porque quiso Dios que negro azabache fuese mi color. Y ya comprendí. Ya tengo la llave. ¡Negra Soy!”
Esa construcción está llevada al cuerpo y narra como ésta modifica la codificación en relación la segregación racial. Semejante carga poética se sitúa justo en el límite del campo al remitirse a la construcción performática de la identidad desde la práctica poética a partir del cuerpo.Pensar la identidad en relación a la performance es pensar el cuerpo como potencia para la disrupción en el sentido común. Recordar preguntarnos desde dónde hablamos-actuamos-estamos-siendo nos hace capaces de generar agenciamientos y aliarnos para derribar las lógicas que vienen impuestas hace tanto tiempo.
Recuperar la potencia político-performática del cuerpo en la calle, en la casa, en el trabajo parece ser la única estrategia que nos queda para eludir los sistemas de control que de tan naturalizados son invisibles. En definitiva: sólo hacernos cargo de nuestras construcciones identitarias -junto a los privilegios y luchas que estas significan- para encontrarnos con otrxs, nos hará capaces de proyectarnos más libres y felices.
Federico de la Puente Lic. en Curaduría e Historia de las Artes.
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