La presencia de la ausencia: sobre una carta de Augusto Roa Bastos a Américo Piñanez
Por Maria Esther Zaracho
“Sus dibujos corresponden a las líneas muy puras y despojadas de sus ideas, de su manera de sentir el mundo y la vida”. Están son algunas de las palabras con las que Augusto Roa Bastos, en una carta que escribe desde su estancia en Toulouse-Francia[2], se refiere a una serie de dibujos del artista plástico Américo Piñanez (Coronel Oviedo, 1957).
Es curioso que ninguno de ellos se conoce. Ambos, salvo por sus obras, son extraños entre sí. “ Nunca esperé nada, y de pronto me llega esta carta de una manera tan fraternal”, señala Américo al recordar que una amiga común, Milda Rivarola, había visto los dibujos y pensó que serían del agrado del escritor, haciendo de puente entre ambos. Aquellos dibujos, líneas simples que representaban animalitos, contaban una historia que reflejaba algo de la vida del educador y artista durante su colaboración en los años ochenta con un antropólogo que se encontraba realizando una etnografía en la comunidad Yryvukua, territorio de la comunidad indígena Ava Guaraní, distante a unos 35 kilómetros de Curuguaty.[3]
Sobre el proceso de creación de los mismos, el artista comenta: “aprendi muchísimo viviendo con ellos, de sus enseñanzas, siempre de manera oral. Nunca escribí nada. Después de dos años de trabajar allí me llegó como una síntesis, una energía especial. No me puse a pensar, se me introdujo como una vivencia. Mientras viví ahí lo asimilé todo, la realidad me entraba por los poros, era como vivir un poema, y entonces, solo lo expresé”. Américo residía en Bélgica, país que tras una breve escala en Nicaragua se convertiría en su hogar, como lo sigue siendo hasta hoy y desde hace más de 35 años.
Había llegado inmediatamente después de aquella experiencia en la comunidad indígena. Años antes se había dedicado a la educación por el arte en el TEI, de la mano de Olga Blinder y militó en movimientos revolucionarios que le abrieron los ojos, lo sensibilizaron y llevaron a percibir claramente el ambiente opresivo de ese Paraguay injusto, donde había gente que pagaba la libertad con su propia vida.[4]
Sobre el momento histórico para un exiliado latinoamericano en Europa narra que “en Bélgica, en ese momento, estaban todos los movimientos solidarios contra la bomba atómica y muchos latinoamericanos exiliados: chilenos, argentinos, salvadoreños, brasileños a causa de las dictaduras. Ese fué un contexto muy importante para mí y para mi educación autodidacta, porque ahí me encontré en contacto con mucha gente creativa de Latinoamérica, gente que fue tirada como basura al exilio. Fue así que formé parte del Colectivo Latinoamericano de Trabajo Psicosocial, un espacio organizado por el psiquiatra chileno Jorge Barudi[5] .Este colectivo se dedicaba a recibir a los exiliados y les daba apoyo psicológico y jurídico. Por otra parte también hacia teatro de animación, contábamos la historia de Latinoamérica en las escuelas, sindicatos, universidades a través del teatro y luego generábamos debates.
” El artista recuerda con aprecio a Olga Blinder, aquella que como amiga y maestra un dia le ofrece a modo de regalo un grabado cuyo nombre resultó ser: “La presencia de la ausencia”. Américo cree que así como aquel grabado de Blinder, lo que la carta que un escritor consagrado como Roa Bastos escribe a un artista que no conoce es explicable por el hecho de que “hay algo que está presente pero ausente, una historia compartida dentro del territorio paraguayo, realidades experienciadas en común”.
En este mes del centenario de Roa, el país fragmentado que aquellos ausentes (de él) recompusieron en sus obras y en su memoria se enuncia a través de esta carta. Como ayer, la realidad y la poética indígena a la que aluden tanto Américo como Roa se disputa entre el coloniaje, la mistificación, el abandono y la dificultad de un verdadero reconocimiento agentivo en el cotidiano. No pude ver los dibujos, supongo que tocará escribir a tientas entre lo que se recuerda y lo que se proyecta como historia. A veces escribir es un acto de fe. Hacia el final de la charla el artista me revela la necesidad de bucear en uno mismo y ser fiel a un lenguaje propio, encontrando en esa singular forma de expresión la posibilidad de entablar dialogo con otros interlocutores que lo afirmen a uno y afirmen así la humanidad. Creo que en ese sentido lo que la carta expresa es el encuentro solidario de aquellos que se reconocen en una historia común: “Yo no cambie mucho. Mi lenguaje fundamental y mi educación es el dibujo (…) en ese sentido no he cambiado y en el sentido de optar por lo humano a lo material, porque siempre opté por lo solidario. La belleza te lleva también a una síntesis: es todo lo que necesitamos para vivir en estas sociedades nuestras, tan violentas”.
[1] Texto basado en una serie de entrevistas con el artista. Coronel Oviedo, junio del 2017. [2] Tras la censura de la dictadura de Videla en la Argentina de 1976, Roa Bastos es invitado por la Universidad de Toulouse para exiliarse en Francia, donde se desempeñó durante treinta años como profesor de literatura latinoamericana y guaraní. [3] La experiencia (1980-1982) fue sistematizada por el antropólogo Norman Anderson y publicada en Paraguay.ANDERSON, Norman: (1987) “Las formas del sentimiento en la socialización de los Avá (Chiripá) Guaraní”, Suplemento Antropológico, Vol.XXII, N°1, Asunción, Paraguay. [4] TEI: Taller de expresión infantil, centro educativo paraguayo inspirado en la educación por el arte. El movimiento revolucionario al que se alude es la Organización Político Militar ( OPM) un intento de resistencia armada a la dictadura del General Stroessner durante la década del 70. [5] Barudi, J. es neuropsiquiatra, psiquiatra infantil y terapeuta familiar. Establecido en España desde hace varios años. Fue docente en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fundador y director de EXIL (Centro Médico Psicosocial para exiliados y víctimas de la violencia y la tortura) en Bélgica y España, y del IFIV (Instituto de Formación e Investigación sobre la Violencia).