Camino al paraíso en una Jaula de Oro.
Coincidencias entre migración, arte y cine en Latinoamérica
I La llegada por estos días del importante guionista Gibrán Portela[1] (Ciudad de México, 1979) como parte del jurado del 16 Festival de Escuelas de Cine del Uruguay nos ha llevado a retomar la crítica a uno de sus trabajos más laureados en certámenes internacionales de cine: La Jaula de Oro (2013). El filme trabaja una temática por demás controvertida y que urde zonas de diálogos profundos con otro trabajo visto por el público montevideano hace unos meses atrás. Inaugurada en octubre de 2015 hasta febrero de este año el Centro Cultural Español (CCE) estuvo presentando una exposición fotográfica titulada La Bestia de la ya afamada artista española Isabel Muñoz. Efectiva; bella y depurada desde el trabajo visual del video intalativo, la fotografía y textos-testimonios; exquisitamente articulado tanto el manejo del espacio museográfico como la propia curaduría de la muestra; polemizadora como a mí entender debe ser la obra de arte contemporánea; sincera y desgarradora. Son estos algunos adjetivos que se me ocurren para calificar el impacto de más de cincuenta obras que combina diferentes soportes y técnicas artísticas. Las historias fueron emitidas por migrantes centroamericanos que vivieron el caos de salir de sus países, lanzándose al trayecto azaroso de más de cinco mil kilómetros a bordo de un tren que atraviesa varias regiones hasta la frontera con México: las puertas prometidas al Paraíso. Lo llaman La Bestia y muchas ideas para decir sobre esta nomenclatura “maldita”. Pero lo que más impacta es como desde la imagen, las sombras, las palabras escritas en el muro se trenzan puentes con el filme de Quemada Diez co-escrita con Portela. Parecería entonces un juego del destino que justo esa enorme fotografía, sola en aquella pared con luz tenue, me hiciera recordar a otros niños haciendo también ese mismo viaje… II Para una película como La jaula de oro, primer largometraje del director español residente en México Diego Quemada-Diez, los lauros alcanzados y la buena crítica no son suficientes, porque lo que de verdad importa es su trasfondo (in) moral. Ese que todo el mundo “aparentemente” desconoce; mas está ahí. Muñoz y Quemada lograron desde medios diferentes el mismo discurso sobre un tema macro y polémico por excelencia: la emigración, más específicamente la de Latinoamérica hacia los EE.UU. Todas las muertes son aberrantes, pero es cierto que algunas han sido menos visibilizadas por los medios que otras. Y tal es el caso de esta que nos toca tan de cerca. Cuando la artista junto al periodista salvadoreño Oscar Martínez se subió a La Bestia decidiéndose a correr los mismos riesgos con aquella gente sufrida, viviendo cada una de las historias de vidas contadas y las huellas que deja el no volver a ver a un ser querido, logró impregnarle un modo-otro a la obra de arte retratada o filmada. Encontrar la belleza en lo no bello y a su vez servir de denuncia. Así comparte premisas con el filme a partir del impacto de sus primeras secuencias: una joven que corta su cabellera y oculta los pechos envolviéndolos en un paño para esconder su condición de mujer; un adolescente que mete en la costura del pantalón algunos dólares estrujados… En sus inicios el tono aventurezco y hasta infantil del viaje podría confundir al espectador. Por momentos juegan, se sacan fotografías, ríen sin noción del peligro. Sara, Juan y Samuel salen de sus casas sin despedirse de nadie y van en busca de las vías del tren. A la orilla de un rio encuentran a Chauk, joven indígena que no habla español, cuarto integrante y pieza clave de toda la trama cuando se convierten en sólo tres después de ser atrapados, enviados de vuelta su región y uno de ellos desistir del viaje. Nuevamente volver al camino. Porque es muy común esto: “muchos no lo logran a la primera”, como bien describiera Isabel Muñoz en una entrevista. Y el realismo que alcanza refuerza y sobredimensiona una historia sin dudas bien pensada en todos sus detalles. Una fotografía que relata desde grandes momentos de naturaleza virgen hasta esos primeros planos de rostros variopintos, mostrando la riqueza de un continente que contrasta con la pobreza y necesidad de su pueblo. Diálogos precisos, inteligentes, hasta simbólicos si se quiere en los momentos donde interviene Chauk, un personaje que para la crítica deviene un homenaje a esas lenguas y culturas originarias discriminadas y casi en peligro de extinción. En mi opinión su inclusión en el metraje no es más que una figura que demuestra con hechos la autenticidad de su guion. Y aquí entran las manos de la dupla experimentada de Quemada Diez-Portela, porque supieron traducir desde un elemento en particular esa verdad a veces ignorada: no son sólo los latinos hispanohablantes los que emigran a los Estados Unidos. Esta construcción deja fuera a innumerables emigrantes de comunidades indígenas que llegaron sin conocer el idioma y sufren doblemente la discriminación y la explotación del capitalismo brutal y enajenante. A todo ello debe sumársele una dirección actoral precisa y bien dirigida, donde el equipo logra esa representación creíble y emotiva llena de momentos bellos y reflexivos. En este caso, sólo Karen Martínez, la actriz que representaba a Sara, era la única de los protagonistas que tenía experiencia previa en el medio. III Ella lo dijo bien claro: “o con los dos, o con ninguno”. Y ahí comenzaron por segunda vez su historia. Pero con ello también las adversidades, el amor floreciente, los celos, las pérdidas y las rupturas de prejuicios para dar paso a una buena amistad. Así, a pesar de la tristeza, quedan los mejores momentos de la trama. Plasmando una sinceridad que pocas obras logran porque describen una realidad descarnada y cruel; y le otorgan voz a esos miles de muertos anónimos que por décadas ha cobrado la frontera. Porque día tras día hay muchos Juan, Sara y Chauk. Tal vez la mejor evidencia son esos textos plasmados por el dúo de Isabel Muñoz/ Oscar Martínez donde muchos de los protagonistas de sus fotografías y videos a bordo del tren de la muerte fueron mutilados, violados, robados y hasta sufrieron la trata de personas y la muerte. Las mujeres que planean embarcarse en este viaje comienzan a tomar la píldora anticonceptiva con meses de antelación: “saben que, seguramente, las van a violar en repetidas ocasiones”. “Todo el mundo sabe lo que pasa pero nadie hace nada. Unos porque prefieren cerrar los ojos, otros porque están implicados. Y ahora estamos hablando de esta frontera, pero son todas iguales. Mi generación vio caer el muro de Berlín, pero desde entonces, no hemos hecho otra cosa que levantar más muros –dice– alguien tiene que hacer algo”. [2] Juan mira el cielo mientras nieva. Habían hablado de eso y parecería que fue hace mucho tiempo. Un momento sumamente hermoso y cuasi poético; pero una belleza repleta de insatisfacción. Para todo el que lo intentó y no pudo y para el que lo sigue intentando. Música de fondo…créditos finales. [1] También sería el co-guionista de la película Güeros (2014), otra de las sensaciones de los últimos años de la cinematografía mexica. [2] Tomado de una entrevista concedida por la artista al diario Clarin. Marzo del 2015. En: http://www.clarin.com/cultura/Isabel_Munoz-fotografias-inmigrantes-centroamericanos-frontera_sur-Mexico-La_Bestia_0_1315668921.html. Consultado el 13 de junio de 2016, 4:15pm.