Arte contra la invisibilidad de la comunidad LGBT. Cinco casos en Perú: Juan Carlos Ortiz.
Sobre esto, sobre la posibilidad, absolutamente real por otra parte, de considerar la identidad como una construcción que hacemos todos y todas desde nosotros/as mismos/as habla la serie fotográfica de Juan Carlos Ortiz (Lambayeque, 1979) titulada Dismorfofobia (2014), sobre la exploración del propio cuerpo para crear esa identidad.
Las relaciones entre arte y activismo LGBTQI+ son muchas y de muy variadas formas, casi tantas como artistas han trabajado sobre esto. La intención, en todos los casos, es dar visibilidad al colectivo y realizar, desde las creaciones culturales, un constructo social/político de dignificación en unos casos y de denuncia en otros. Denuncia de unas leyes injustas, amenazadoras, coercitivas y castradoras de la persona y también denuncia de una sociedad heteropatriarcal, machista e hipócrita, mucho más de una sociedad que pretende ser igualitaria pero siempre que la “diversidad disonante” se quede bien encerrada en los armarios.
Los y las artistas han usado todos los medios a su alcance para hacer de su obra, como comentaba antes, un altavoz a través del que podamos oír estas voces. En algunos casos, como los anteriormente comentados, usan de historias e iconos de su propia cultura, como en el caso de Juan Carlos Ortiz en su serie Escapularios (2017). El escapulario es un objeto de la tradición cristiana que se utiliza como protector, sobre todo a la hora de la muerte. Se dice que quien lo lleve puesto en su momento final saldrá del Purgatorio, en el sábado siguiente a su deceso. También lo es como “Detente”. En los años de la Guerra Civil española lo llevaban cosido a la ropa o detrás de las puertas de las casas, con el lema “Detente bala, el Corazón de Jesús está conmigo”. Son objetos de protección.
Lo que hace Ortiz es reutilizar el objeto y reelaborar su significado desde una mirada LGBTQI+. Creó tres “detentes” como un amuleto para la proyección de las personas de la comunidad y lo hizo con la imagen “sacralizada” de tres personajes bien conocidos en Lima, como son los congresistas Carlos Bruce y Andrés de Belaúnde y el artista-activista Giuseppe Campuzano. Conocidos por su labor en pro de la comunidad, por darse a conocer como son y abrir puertas a una sociedad más justa e igualitaria. De manera metafórica quien llevara estos escapularios se vería protegido de acosos y peligros.
Otra obra suya es la serie fotográfica Transexualidad (2017), donde podemos ver unas manos rellenando una encuesta sobre las personas trans. El asunto es que esas manos aparecen como “travestidas”, las de mujeres con signos masculinos y la de hombres femeninos. Las encuestas eran para conocer la idea de cada entrevistado/a sobre este asunto. Así, con esos elementos en sus propias manos podrían, aunque sólo fuera levemente y por un momento, sentirse “diferentes”.
El Perú, como cualquier otro país de nuestro entorno cultural e histórico, es conservador y patriarcal. Pero también ocurre, por desgracia, en otros que se articulan en base a otras religiones: islámicos y hebreos, como también los protestantes. Cualquiera que se sitúe “fuera de la norma”, de lo “normal”, es reprimido y de eso no se salvan las personas de la comunidad LGTBQI+, todo lo contrario, estamos constantemente en el punto de mira. Así, muchos y muchas, para ser admitidos como “normales”, se ven obligados a que una parte importante y fundamental de su personalidad pase desapercibida. Lo que comúnmente llamamos “estar en el armario” (o en el closet).
Todos y todas somos “producto” de un tipo de sociedad, cultura, educación y forma de familia. Todo eso nos configura de una forma determinada. Esto puede tener tanto de positivo como de negativo. Negativo cuando descubres que no encajas totalmente en esos roles y tienes que asumir tu identidad verdadera, rompiendo con una forma adquirida de ser.
El Proyecto Closet (2018) de Ortiz hace referencia a esto, a esos armarios que muchos y muchas no tienen más remedio que construir, hasta que se les hace una habitación cerrada y enrarecida que los asfixia. Es una sola obra compuesta por diferentes elementos, una colección de puertas que cierran la posibilidad de ser. Él lo hace desde la realidad de la sociedad peruana.
El proyecto Closet, es un trabajo artístico multidisplinario que aborda la problemática de la situación homosexual en nuestro país a consecuencia de los mecanismos de represión de nuestra sociedad. El resultado de ello es el condicionamiento de los individuos a buscar formas de ocultamiento que los ayude a salvaguardar su identidad frente a una sociedad que se maneja ejerciendo control sobre las personas que no se adecuen a los estándares de “normalidad” impuestos por un poder Superior [15].
Para realizar este trabajo se sirvió de la experiencia de obras anteriores, de la exploración del cuerpo y de la investigación sobre diferentes conceptos que identifican y/o marginan a la comunidad LGTBQI+ en una sociedad conservadora.
También, recogido de una obra anterior, retomó la idea del “detente” como mecanismo de protección, resemantizado como objeto “religioso queer”, para salvaguardar de maltratos físicos o psicológicos.
Los pasos previos antes expuestos son importantes para explicar que la idea del detente finalmente decanta en las puertas del Proyecto Closet y en la idea del objeto sagrado como elemento de protección que en este caso ayuda a los individuos a sortear la doble vida que tienen que llevar para mantener integra su identidad [16].
Durante el proceso de este trabajo recogió palabras y conceptos del lenguaje usado en las aplicaciones de encuentros gay y con ellos construyó un a modo de arcos barrocos. Como una puerta para pasar al “otro lado”.
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NOTAS: 15.- Declaraciones de Juan Carlos Ortiz. 16.- Ibd.
FUENTES CONSULTADAS