Con qué se come el arte o reticulofagia en acción[1] Crítica cultural desde la práctica artística contemporánea
Carmen Hernández, julio de 2013
En 2012, en el marco de su exposición individual, Argelia Bravo desplazó el término “reticulofagia” desde el campo de los estudios celulares hacia la práctica artística para asumirlo como figura simbólica en el análisis crítico de la cultura, específicamente desde la temática de la soberanía alimentaria.
En la propuesta expositiva creada por Argelia Bravo y el Comando María Moñitos[2] en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, la reticulofagia puede ser entendida como el impulso irresistible de devorar la estructura que representa la retícula en la tradición del arte moderno. La reticulofagia apuntaría a “digerir” el arte como sistema de producción simbólica que se sostiene sobre un conjunto de nociones reticuladas como “obra de arte” y “artista”, las cuales cuadriculan y reproducen serialmente hasta el infinito supuestas “verdades” también reticuladas, como originalidad y trascendencia, que han terminado por representar las mejores apuestas reticuladas del mercado del arte más salvaje[3].
De alguna manera todo el campo del arte –constituido por instituciones museológicas, galerías, fundaciones, espacios emergentes, artistas, curadores, críticos de arte, historiadores de arte, profesores de arte, filósofos, funcionarios de las instituciones museísticas, patrocinantes, gestores, periodistas y público– se organiza en una malla reticular que organiza a los sujetos en roles específicos que se complementan para sostener la vigencia del sistema. Afortunadamente hoy en día algunas prácticas artísticas producen distensiones para crear zonas rizomáticas, como el espacio de intercambio impulsado por Argelia Bravo (la sala de exposición convertida en un “aula de escuela”), para poner en duda esos fundamentalismos que le han dado sentido modelizador y jerarquizado.
Contra el poder de la retícula
Como estructura, la cuadrícula da origen a la retícula como una serialidad espacial que permite un crecimiento sin límites como red cuadriculada[4]. Además de su uso en instrumentos ópticos, ha servido como herramienta gráfica para reproducir imágenes en una escala distinta a su tamaño original, ya sea menor o mayor, como sucedía con el canon egipcio. Aparentemente Alberto Durero se inspiró en la retícula damérica para imaginar una ciudad ideal a partir de una interpretación del plano de Tenochtitlan[5]. Aunque principalmente la retícula ha cumplido un rol organizativo de orden espacial en diferentes culturas y épocas, su fuerza simbólica obliga a diferenciar algunas de sus interpretaciones:
la retícula como estructura o forma de pensamiento moderno (como forma disciplinaria)
la retícula como estructura o una nueva forma del arte (sobre todo pictórica)
la retícula en el urbanismo (diseño de ciudades) y como estructura arquitectónica o forma de construcción (diseño de edificaciones)
1) La retícula como forma disciplinaria
Frente a la retícula como estructura de pensamiento moderno se impone la reticulofagia que cuestiona esa disposición funcional de organizar el espacio (público y privado) y el cuerpo (la conducta).
Es importante tener en cuenta que el proyecto modernizador creó múltiples mecanismos de ordenamiento espacial y social. De acuerdo con Santiago Castro Gómez: “La modernidad es una máquina generadora de alteridades que, en nombre de la razón y el humanismo, excluye de su imaginario la hibridez, la multiplicidad, la ambigüedad y la contingencia” (Castro Gómez, 2000: 246). La retícula representa esa geometrización espacial que ha sido útil en la conformación de fronteras para definir lo que está dentro (lo propio) de lo que se ubica afuera (lo ajeno) y en ese proceso de producción de alteridades, la retícula ha actuado de manera simbólica para la domesticación del cuerpo y definir los parámetros de la ciudadanía (los sujetos con derechos) de aquellos que no lo son (las alteridades a domesticar, concebidas como salvajes o bárbaros). “La geometrización convierte la materia en una superficie cuadriculada, mensurable para la optimización de su uso, bien sea de riquezas naturales o fuerzas laborales humanas” (González Stephan, 1996: 36).
En el proyecto civilizatorio de la modernidad la geometrización del saber estaría representada por las disciplinas como: “un conjunto de «tecnologías especializadas» e instituciones el orden público que coercionan, controlan, sujetan, regulan con docilidad el movimiento de los cuerpos para hacer de ellos subjetividades domesticadas –sujetos de Estado– y poder neutralizar los peligros de agentes des-centrados” (González Stephan, 1996: 22). Las disciplinas representan la cuadratura de la retícula pues controlan, segmentan, clasifican lo que es correcto diferenciado de lo “otro”, construyendo así la alteridad a domesticar.
Esta geometrización cultural ha sido cuestionada por el arte desde principios del siglo XX, motivo por el cual la reticulofagia propuesta por Argelia Bravo puede considerarse heredera de la antropogafia brasileña y de su influencia en la nueva objetividad concebida por Hélio Oiticica. Asimismo, en Venezuela el sentido rebelde de la reticulofagia habría impulsado la necrofilia desarrollada por los integrantes del Techo de la Ballena, el arte como escultura social promovido Claudio Perna, la reticulárea de Gego, las “trochas”[6] en Argelia Bravo y muchas otras propuestas que han intentado e intentan recuperar para la experiencia artística, un sentido de goce critico.
Desde el campo del arte nos movilizamos a la retícula como forma de pensamiento asociada a un impulso colonizador. Entonces, creo pertinente pensar la antropofagia o reticulofagia como estrategia de descolonización y redimensionar[7] un fragmento del Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade publicado en 1928[8], como crítica a los dispositivos de disciplinamiento que activó la modernidad como proyecto:
La influencia de este espíritu rebelde que caracterizó a la Semana de Arte Moderno en 1922 y al Manifiesto antropófago, se observó en el movimiento Tropicalia y sobre todo en el neoconretismo en artes visuales. En especial se distingue la obra de Hélio Oiticica, quien hizo alusiones directas a esta forma de “devorar” el eurocentrismo en su manifiesto Nova Objetividade, de 1968, donde planteaba:
Luego que algunos autores latinoamericanistas han redimensionado la fuerza de la antropofagia brasileña, la psicoanalista, curadora y crítica cultural brasileña, Suely Rolnik, plantea que hoy en día es posible reconocer una “subjetividad” o “voluntad” antropofágica en lo cultural, como el reconocimiento del “otro” en uno mismo. La antropofagia, o en este caso, la reticulofagia, desde el punto de vista cultural, representaría: “la devoración crítica e irreverente de una alteridad múltiple y variable” (Suely. 2009). Este hecho de devorar la tradición o la cultura del enemigo para incorporarla a las necesidades propias, sin un sentido de conquista, transforma a los sujetos. Se asimila lo externo pero se puede abandonar o rechazar cuando se considere oportuno[9].
La reticulofagia entonces puede ser entendida como una rebeldía discursiva frente a los modelos evolutivos de progreso asociados al desarrollo social y todavía vigentes en el campo artístico, cuando se siguen valorando las nociones establecidas por el sistema moderno del arte. Concordamos con la propuesta de Maria Candida Ferreira de Almeida, quien ha planteado asumir la herencia de la antropofagia como campo teórico para repensar la conformación de subjetividades en América Latina a partir de la ruptura con la dualidad civilización versus barbarie: “Moviéndonos en esta dimensión, buscamos presentar una «rehabilitación de lo primitivo» en el sentido filosófico oswaldiano como un direccionamiento desconstructivo del ordenamiento clásico de sesgo evolucionista, que propone la dirección de desarrollo histórico partiendo de lo primitivo para culminar en lo civilizado” (Ferreira de Almeida, 2005: 83)[10]. Ferreira de Almeida reconoce que este pensamiento crítico ha sido posteriormente retomado por otros pensadores regionales, como Néstor García Canclini con su noción de “culturas híbridas”.
2) La retícula en el arte
Esta forma se ha convertido en un elemento estructural tanto para las artes visuales como en la arquitectura. Afirma la autorreferencialidad de manera espacial y temporal.
La retícula está estrechamente asociada a la religión del futuro, derivada del entusiasmo que impulsa la idea de progreso como conciencia histórica de la evolución futurista que asumen las vanguardias heroicas y que se observa en una de las paradojas de la modernidad que observó Antoine Compagnon, específicamente en la crisis de 1913 con los primeros cuadros abstractos de Wassily Kandisnky, que introdujeron el espacio geométrico en el mundo de la pintura con su apertura hacia la tautología del arte moderno.
Según la investigadora estadounidense, Rosalind Krauss, más que un período histórico que abarcaría una fase del arte caracterizada por una autonomía de lenguaje, el modernismo puede ser considerarlo como una mirada o un sistema de pensamiento sustentado en un campo visual cuádruple, y esta condición se relaciona con la cuadrícula que ella considera hostil a la narratividad porque es: “Plana, geométrica y ordenada; es antinatural, antimimética, anti–real. Es a lo que el arte se parece cuando da su espalda a la naturaleza (…) En la dimensión temporal, la retícula es un emblema de la modernidad por ser justamente eso: la forma ubicua en el arte de nuestro siglo, inexistente en el arte del siglo pasado” (Krauss, 1996: 23-24).
En su ensayo de 1985, titulado “Cuadrícula” (Grids), Krauss reconoce el poder de este modelo en la aventura tautológica del arte moderno:
Alrededor de 1912 aparecieron simultáneamente tres propuestas que asumieron la noción de retícula como espacio cerrado y abstracto: Wassily Kandinsky (en Munich), Piet Mondrian (en París) y Kasimir Malevich (en Moscú). De ellos, Malevich llegó muy pronto al límite de la pintura y al rechazo del sentido narrativo con su Cuadrado negro sobre fondo blanco, de 1915 y el Cuadrado blanco sobre fondo blanco, de 1918. En uno de sus primeros textos sobre la pintura Cuadrado negro, aclaró que no había posibilidad alguna de que: "la dulce sonrisa de la psique emerja de mi cuadrado negro" –y añadió que eso, el cuadrado negro– "nunca puede usarse como una cama (colchón) para hacer el amor" (Groys, 1992). Según el pensador alemán, Boris Groys, Malevich odiaba los rituales monótonos de hacer el amor tanto como las monótonas colecciones de los museos. A partir de este comentario que nos ubica en un orden paradójico, se puede plantear que tanto esta obra de Malevich, que se convirtió luego en un paradigma del arte moderno abstracto, como la figura del museo, funcionan como una cuadrícula organizativa.
La retícula como estructura disciplinaria del pensamiento moderno, orientada especialmente a formar y consolidar una cultura punitiva sobre el cuerpo, es reconocida por Michel Foucault como “cuadrícula disciplinaria”, porque tiene la función de oponerse a las pulsiones como posibles amenazas, sobre todo si se trata del cuerpo del otro: del extraño y del extranjero, en resumen, de aquellos sujetos que no se afilian a la norma de la productividad de la modernidad capitalista, con sus rasgos sexistas, clasistas y racistas. La cuadrícula representa una forma de control orientada a la disciplina, que más allá de velar por normalizar la conducta, se convierte en estructura de conocimiento:
Es posible observar que todavía se encuentra vigente esta perspectiva en nuestras sociedades cuando se imponen racionalidades productivistas, como la figura del homo economicus que se privilegia para quienes dirigen instancias del orden de lo público (ya sea que el poder lo ejerzan hombres o mujeres): “las disciplinas limitan porque son limitadas: están regidas por una dinámica logocéntrica que no es capaz de articular otras racionalidades” (González Stephan, 1996: 39).
Se puede señalar que la retícula es una de las metáforas más poderosas de la modernidad eurocéntrica y desde el arte, se puede advertir su poder más allá del muro expositivo.
3) La retícula en arquitectura
El trazado rectilíneo data de la cultura asiria y egipcia. Pero se considera que el padre de la retícula fue el griego Hipódamo de Mileto, quien en el siglo V AC, fue el primero en trazar un plan urbanístico de calles rectilíneas y simétricas. Para entonces se pensaba que este modelo representaba la “racionalidad de la vida civilizada”. Posteriormente la retícula romana sirvió para diseñar el urbanismo en Occidente. Al parecer, en su origen este tipo de trazados establecían un centro espiritual. Pero este sentido casi cósmico tiene otra finalidad en la era moderna. Según el sociólogo Richard Sennett: “En la época moderna la retícula parece haber sido un plan establecido para neutralizar al medio ambiente” (Sennet, 1990: 282) y en las ciudades estadounidenses se observa incluso en la tendencia a evitar un lugar como centro de la ciudad, visible en el plano de la ciudad de Chicago.
La retícula representa un universo cerrado, medible, cuantificable y neutro. Lo vemos con mayor visibilidad en el estilo funcionalista de la arquitectura moderna que homogeneiza los espacios y afecta la sociabilidad entre los sujetos. En el siglo XIX esta forma se desplazó a un sistema constructivo vertical. Surgieron los rascacielos con su sentido de neutralidad que impuso una economía espacial. Pero desde principios del siglo XX comenzaron a emerger preocupaciones sobre las sucesiones verticales de plantas exactamente iguales, por cuanto destruían: «el sentimiento de vecindad, la ayuda mutua, las relaciones de parroquia y los intereses comunes que son el fundamento del orgullo y del deber cívico» (Sennet, 1990: 287). El espacio reticular ha afectado las acciones de sociabilidad y el sentimiento de colectividad que implicaba tradicionalmente la civilidad o convivencia urbana. El espacio impone en la subjetividad una conducta de aislamiento que termina exacerbando el individualismo y la soledad. Es así como Sennet coincide con Foucault en entender la cuadrícula como forma disciplinaria orientada a controlar el flujo de los cuerpos:
Se puede plantear que el fracaso de la retícula como forma emblemática del proyecto moderno se ha ido percibiendo durante el transcurso del siglo XX y en lo que llevamos del siglo XXI, en diferentes situaciones y escenarios. De manera particular creo que el cuestionamiento a la retícula como modelo constructivo que se infiere en el comentario de Antoine Compagnon, resulta muy gráfico y esclarecedor:
El fracaso del modelo constructivo sostenido sobre la retícula como espacio serializado, tiene muchos ejemplos. Entre éstos se puede mencionar la demolición del retén de Catia, en Caracas, en 1997, a poco más de treinta años de construido como centro de reclusión transitorio.
Para el “buen comer” del arte hoy en día
Si el arte moderno se sostuvo sobre el modelo cuadricular para construir un espacio cerrado, autónomo, válido en si mismo, tautológico, reticular como modelo disciplinario que impuso la mirada formalista todavía imperante hoy en día –en la noción de “cuadro” como objeto contemplativo y de “cubo blanco” como lugar expositivo–, volvemos a la pregunta inicial realizada por la artista Argelia Bravo ¿Con qué se come se come el arte hoy en día? Con la mirada crítica de la reticulofagia y la transitabilidad de las trochas, que como rutas alternas, permiten de manera crítica, eludir la cuadratura de los sistemas de control, de los autoritarismos, de los prejuicios, de los convencionalismos y del formalismo.
Todavía en estos tiempos se observa la vigencia del sistema reticular en todos los órdenes del campo del arte, como en la autoridad del curador que no asume la labor cómplice con los creadores, y en la institucionalidad en general que no se arriesga a enfrentar el reconocimiento de la diferencia o de la diversidad, y sobre todo en el formalismo imperante como moneda de cambio que, en el mercado interpretativo y de valor comercial, en Venezuela, favorece la despolitización de las formas cuando se sigue privilegiando la supuesta “autenticidad” del llamado “arte popular” o la supuesta “universalidad” de la herencia del cinetismo. Esta postura es visible en las políticas públicas relativas a las artes visuales –estatales y privadas– con la organización de bienales o eventos que favorecen el sentido evolutivo de la noción de estilo. Porque seguimos viviendo bajo el imperio de un pensamiento reticular que niega la corporalidad y la diferencia, la reticulofagia como estrategia crítica pensada desde las prácticas artísticas puede contribuir a analizar el canon con el cual se han forjado los imaginarios culturales sobre cómo se comprende y se vive el espacio público y cómo se continúan configurando alteridades.
Notas:
[1] El título de este texto fue elaborado por artista venezolana Argelia Bravo, para identificar una actividad de cierre de su exposición Aula 7. Escuela de cuadros y pepas del Comando María Moñitos, presentada en el Museo de Arte Contemporáneo entre mayo y agosto de 2012. Utilizo el mismo título debido a que en esa ocasión fui invitada a dar una charla sobre este enunciado, de la cual se originó este texto. [2] El Comando María Moñitos es un colectivo liderado por Bravo en el cual participan hombres y mujeres con diferentes perspectivas culturales, aunque con un claro sentido no androcéntrico. Previamente a esta exposición, el colectivo participó en varios videos de comunicados y de testimonios de muchas mujeres en una actividad que combina la gastronomía con la historia política local. La artista recurrió al “enmascaramiento” del rostro con el uso de pasamontañas, para relacionar positivamente la idea de la “guerrilla” con la recuperación de los saberes alimentarios originarios.
[3] La alusión a la postura heredada del movimiento antropofágico brasileño, es ineludible.
[4] La cuadrícula se puede definir como disposición en cuadros continuos o un conjunto de cuadrados que resultan de la intersección perpendicular de dos series de rectas paralelas. Según el Diccionario Visual de Matemáticas, la cuadricula es un: “Conjunto de líneas horizontales y verticales uniformemente espaciadas. Se utilizan cuadrículas para ayudar a dibujar gráficas o localizar puntos en una gráfica”. Cfr.: http://www.mathematicsdictionary.com/spanish/vmd/full/g/grid.htm.
[5] Alberto Durero conocía el plano de Tenochtitlan, porque fue publicado en Nuremberg en 1524, conjuntamente con la traducción de las cartas de Hernán Cortés al latín, tres años antes de que terminara su proyecto urbanístico, el Tratado de fortificaciones (1527), donde reflexionaba sobre la “ciudad ideal”. Erwin Walter Palm al respecto, comenta: “Sería, pues, una hipótesis muy seductora pensar que el plano de Tenochtitlan haya sugerido a la fantasía entusiasta del maestro alemán aquella imagen de la ciudad cuadrada con su centro dominante” (Palm, 1951: 66). Santiago Sebastián López, José Mesa Figueroa y Teresa Gisbert de Mesa también refieren que la publicación de este plano influyó en el arquitecto Heinrich Schickhardt, quien proyectó una ciudad regular en la selva Negra, llamada Freudenstadt, a fines del siglo XVI (López, Figueroa y Gisbert, 1986). [6] Para Argelia Bravo, las trochas representan “esas rutas “retorcidas” transitadas por las chicas “trans”. Frente a la cartografía impuesta por los modelos urbanos privilegiados por los procesos de modernización, que supuestamente organizan, clasifican, regulan, jerarquizan y controlan los flujos sociales para favorecer la transitabilidad y convivencia de la “ciudadanía” (los sujetos que se ajustan a la normatividad), el tránsito por las “trochas” revela la existencia de una ciudadanía paralela que habita la ciudad desde los márgenes, la hace suya desde otros lugares y con otras perspectivas. Además de la supervivencia física, las “trochas” representarían el deseo de reforzar la idea de lo “travestido” como una realidad «otra»” (Hernández, 2009: 2). [7] Mis inserciones aparecen destacadas con cursivas dentro de los fragmentos escogidos del Manifiesto antropófago. [8] El Manifiesto Antropófago de Oswald de Andrade fue publicado originalmente en la revista Piratininga, Año 374 da Deglutição do Bispo Sardinha. Revista de Antropofagia, Año 1, No. 1, São Paulo, mayo de 1928. Se encuentra reproducido y traducido al castellano en: Biblioteca Ayacucho, 1978: 143-150. [9] Este sentido era el que ese encontraba en los rituales de los indios Tupinambáes, pues cuando ellos mataban al prisionero y luego se lo devoraban, debían cambiarse el nombre y dejar marcas en su cuerpo de esta asimilación, las cuales tenían un carácter de prestigio. “La existencia del otro –que no era no uno sino muchos y diversos- se inscribía así de manera indeleble en la memoria del cuerpo” (Suely. 2009). [10] El texto en el idioma original es el siguiente: “Movendo-nos nesta dimensão, buscamos apresentar uma «reabilitação do primitivo» no sentido filosófico oswaldiano, como um direcionamento desconstrutor do ordenamento clássico de cunho evolutivo, que propunha a direção da seta histórica partindo do primitivo para culminar no civilizado” [11] Las cursivas son mías.
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