Contribuciones desde una perspectiva espacial a la investigación de los Afectos Societales.
“Que eu me organizando posso desorganizar Que eu desorganizando posso me organizar” Chico Science e Nação Zumbi Investigación y conceptualización realizada durante la residencia Afecto Societal II (Guanajuato, México. Mayo 2019) Afecto societal, concepto hackeado del campo del derecho, se convirtió en esta residencia en el objeto de estudio, la metodología y el propósito de trabajo. Se refiere a “las motivaciones que las personas tienen para asumir un objetivo en común”. Surge así como un concepto inspirador para “comprender y problematizar la formación de comunidades y organizaciones artísticas contemporáneas en su relación con el contexto local”. Participando de esta residencia, afectando y siendo afectada por su propuesta, percibo que se ha colocado en práctica una “nueva” (?) categoría de comunidad. Una comunidad en red que tiene una pretensión o que experimenta algo identitario, una complicidad que puede ser teórica, ideológica, de objetivos, como también, la voluntad de intercambio y de producción de conocimiento en el área. Es, sin duda, estrategia y táctica de creación de vínculos con trabajadores de arte en América Latina. Para el estudio de las Escenas Locales la propia metodología propuesta trae en sí misma la potencia de movilizar, pues organiza y vuelve visibles conocimientos, experiencias, estrategias y tácticas de acción y producción y, ciertamente, los lugares y agentes involucrados en la construcción de la escena. Algunas preguntas surgen en este contexto: ¿a quién le sirve una escena local? ¿De quién es su responsabilidad?. Se trata de una invitación a los trabajadores de arte a reconocerse como agentes culturales corresponsables del contexto en el cual participan. En este sentido, se presenta como un buen desafío pensar cómo crean especialidades. Espacio y política Partiendo de una perspectiva espacial nuestras acciones producen espacio y, dialécticamente, son producidas por él. Para esto el artista y geógrafo Trevor Paglen propone una “geografía experimental”: al englobar prácticas que toman la producción de espacio de forma autorreflexiva, las prácticas reconocen que la producción cultural y la producción de espacio no pueden estar separadas la una de la otra, y que la producción intelectual y cultural son prácticas espaciales. A pesar de esto, la geografía experimental no significa apenas ver la producción del espacio como una condición ontológica, sino más bien experimentar activamente con la producción del espacio como una forma integral de la propia práctica. Si las actividades humanas son irremediablemente espaciales, las nuevas formas de libertad y democracia sólo pueden emerger en relación dialéctica con la producción de nuevos espacios (PAGLEN, 2010, p. 149). Así el espacio es pensado como construido por materialidades y también por inmaterialidades, o sea, por sus aspectos materiales, objetos físicos construidos por el hombre en un proceso continuo de producción del espacio, a través de su uso, pero también, dialécticamente, por las acciones humanas que lo configuran, que lo crean y lo transforman (SANTOS, 1996). Partiendo de esa concepción, se puede afirmar que las prácticas artísticas configuran materialidades, forma de sociabilidad, afectos, símbolos y pensamientos (que se materializan o no) participantes de la constitución del espacio. Y, conforme a Paglen, pueden hacer emerger nuevas formas de libertad. En esa perspectiva, los trabajadores de arte no son piezas autónomas, restrictas y autosuficientes, sino que participan de un campo cultural amplio y, del mismo modo, espacial y político. Participan del campo del arte y, ampliamente, del espacio; en este sentido, son prácticas espaciales. Así se puede verificar la relevancia de investigar cómo las prácticas artísticas pueden instalar nuevas u otras poéticas y políticas del y para el espacio. Creación de redes
La noción de red es fundamental para pensar las configuraciones espaciales. Consideremos por tanto la red en sus horizontalidades y verticalidades. Las verticalidades agrupan áreas o puntos, muchas veces al servicio de actores hegemónicos, aquellos que permanecen distantes. Las horizontalidades son la base de la vida cotidiana, las relaciones que se dan en espacios contiguos, relaciones próximas de solidaridad e intercambio. Las redes verticales son compuestas por lugares/vectores de integración jerárquica global, esenciales para que la producción globalizada ocurra y pueda, inclusive, ser controlada a distancia.
Así se impone una disociación entre producción, control y consumo en la geografía del mundo que ocasiona la separación entre la escala de acción y la del actor. En ese sentido, los sujetos y sus acciones se subordinan a una racionalidad (fundamental para el motor de la globalización) que no controlan y muchas veces desconocen.
Las redes, mientras tanto, en su potencia de suma puedan producir solidaridad organizacional, por ejemplo: como la que existe en un gran banco, o como la solidaridad orgánica que existe en una asociación de productores locales. La crítica de Milton Santos teje sobre la globalización se refiere a las características de lo global como proceso racionalizador un territorio que ya poseía un contenido ideológico de origen. Un proceso que llega al territorio con agentes distantes, que en función de conseguir la servidumbre, operan en cada lugar con objetos y normas establecidas. Un buen ejemplo de esto es la industria alimenticia, las importaciones del mundo del mercado, del FMI y el Banco Mundial, y de otras organizaciones internacionales (o Transnacionales).
Por supuesto que no estamos aquí, como bien plantea Moacir dos Anjos, dejando de considerar la complejidad de los mecanismos de reacción y adaptación de las culturas no hegemónicas al impulso de anulación de las diferencias que la globalización engendra, promoviendo formas nuevas y específicas de pertenencia al local y creando, al mismo tiempo, articulaciones inéditas con el flujo global de informaciones (ANJOS, 2005:11).
En ese sentido, el lugar es la escala donde se ejercita la resistencia de la sociedad civil, la creación y el fortalecimiento de redes horizontales en la práctica cotidiana. Se trata de la contraposición del acontecimiento homogéneo y del acontecer solidario. "Es por el lugar que revisamos el mundo y ajustamos nuestra interpretación, pues en él, lo recóndito, lo permanente, lo real triunfan, al final, después de todo, sobre el movimiento, lo pasajero, lo impuesto de fuera" (SANTOS, 1994:37).
A partir del lugar y del cotidiano es que se percibe un campo de estudio y un campo de acción. Es en el cotidiano que el espacio se construye y se transforma. Mejor dicho, es en el cotidiano que nuestras acciones gestadas a partir de la relación con el espacio, lo producen. Entonces es a partir de él que se puede actuar en vista de transformación social.
El espacio banal, cotidiano y rutinario, es el del acontecer solidario, de la revolución deseada. Espacio de la emoción. Espacio de la resistencia, de la creación y de la conciencia de otro devenir. Espacio de la existencia. En este contexto, las prácticas artísticas contemporáneas producen acciones en el espacio que desvirtúan la lógica racionalizante impuesta. Tienen un papel fundamental, junto a otras movilizaciones, en la creación de nuevas redes que se han creado en el mundo. Los trabajadores del arte tienen la capacidad y habilidad (si así lo desean) de crear y movilizar redes verticales para fortalecer las horizontales. Muchos trabajos son accionados por puntos (lugares) en el espacio y crean otra forma de red o, aún, se apropian de redes establecidas.
Generan con ello acciones en el lugar considerando sus especificidades o no, pero estableciendo un cortocircuito en el continuo de la lógica racionalizante. Son eventos, acciones simbólicas que generan discontinuidades en las acciones normatizadas, contrarias a las definiciones homogeneizantes del espacio y del ser.Son intentos de interacciones más allá de las formas establecidas creando otra posibilidad de red.
Lugar
El lugar se entiende no sólo como localización de los fenómenos. El lugar es una categoría de la existencia cuyas relaciones, los flujos, los afectos, son también constituyentes.
Como dimensión de lo vivido, el lugar es donde se percibe y entiende el mundo. Por su parte, la escala global se materializa concretamente en el lugar, pues aquí se lee/percibe/entiende el mundo moderno en sus múltiples dimensiones, en una perspectiva más amplia, lo que significa decir que en el lugar se vive, se realiza el cotidiano y, es ahí donde gana expresión el mundial. Lo mundial que existe en lo local redefine su contenido sin todavía deshacerse de las particularidades (CARLOS, 2007, p. 14).
Así especificado, el lugar proporciona el abordaje de una dimensión existencial, a partir de la corporalidad y de lo cotidiano, pero también se relaciona con lo global. El lugar, por lo tanto, se produce en la articulación contradictoria entre lo mundial que se anuncia y la especificidad histórica de lo particular. Dado que se vive hoy en un sistema-mundo (SANTOS, 1994), el lugar se convierte en una escala relacional del espacio, no individualizada o aislada, sino situada en la relación con lo global, así como con las demás escalas espaciales. De este modo, el lugar se presentaría como el punto de articulación entre la mundialidad en constitución y el lugar como especificidad concreta.
Doreen Massey (2008) defiende la existencia de una "conciencia global del lugar" que evidencia que no hay más espacios cerrados e identidades homogéneas auténticas. Al final, las vidas están impregnadas de influencias provenientes de innumerables otros espacios y escalas, "la propia singularidad de los lugares (y de los territorios) viene principalmente de una combinación específica de influencias distintas, que pueden provenir de las más diversas partes del mundo" (HAESBAERT, 2010, p. 71). De igual modo, Massey propone el espacio y el lugar como radicalmente porosos, categorías relacionales en negociación y en conflicto constantes. Tal tensión sería constituyente de las relaciones espaciales y políticas.
Territorio
Contemporáneamente, se habla en complejidades territoriales, entendiendo territorio como campo de fuerzas, "telar o redes de relaciones sociales". Según Souza (1995), no hay hoy posibilidad de concebir "una superposición tan absoluta entre espacio concreto con sus atributos materiales y el territorio como campo de fuerzas". Para este autor, "territorios son en el fondo relaciones sociales proyectadas en el espacio". Por consiguiente, estos espacios concretos pueden formarse o disolverse de modo muy rápido, pudiendo tener existencia regular, pero periódica, pudiendo el sustrato material permanecer el mismo. (SUERTEGARAY, 2001, s/p).
Tal flexibilización de la noción de territorio permite tratar de territorialidades que contemplan la coexistencia de grupos. Rogério Haesbaert habla de multiterritorialidades: [...] territorio es el producto de una relación desigual de fuerzas, involucrando el dominio o control político-económico del espacio y su apropiación simbólica, no obstante conjugados y mutuamente reforzados, o desconectados y contradictoriamente articulados. Esta relación varía mucho, por ejemplo, según las clases sociales, los grupos culturales y las escalas geográficas que estamos analizando.
Como en el mundo contemporáneo se vive al mismo tiempo en una multiplicidad de escalas, en una concurrencia de eventos, se vivencian también, al mismo tiempo, múltiples territorios. Ahora bien, se nos pide que nos posicionamos ante una determinada territorialidad, como contrarios a otras, como si nuestros marcos de referencia y control espaciales no fueran atravesados por múltiples escalas de poder y de identidad. Esto resulta en una geografía compleja, una realidad multiterritorial (o incluso transterritorial) que se busca traducir en nuevas concepciones, como los términos hibridismo y "glocal" [...]. (HAESBAERT, 2011, página 121).
Contraracionalidades
La perspectiva espacial puede ser reveladora de heterogeneidades y complejidades de lo "real" no contempladas en narrativas hegemónicas y en la lógica racionalizante que se ha impuesto en la actualidad. De esta forma, podemos analizar cómo las prácticas artísticas producen contrarracionalidades (Milton Santos, 1996) - tácticas y acciones que contribuyen a otras construcciones simbólicas y críticas del espacio: Estas contrarracionalidades se sitúan, desde un punto de vista social, entre los pobres, los inmigrantes, los excluidos, las minorías; desde un punto de vista económico, entre las actividades marginales, tradicional o recientemente marginadas; y desde un punto de vista geográfico, en las áreas menos modernas y más "opacas", tornadas irracionales para usos hegemónicos. Todas estas situaciones se definen por su incapacidad de subordinación completa a las racionalidades dominantes, ya que no disponen de los medios para acceder a la modernidad material contemporánea. Esta experiencia de escasez es la base de una adaptación creadora a la realidad existente. (SANTOS, 1996: 246).
Comunidad en red
A partir de esta mirada hacia categorías espaciales, considerando su complejidad, atentos a sus riesgos y sus potencialidades, podemos considerar cómo los artistas y trabajadores de arte pueden proponer formas de acción, de visualidad y de solidaridades en el campo.
Como se dijo, la aproximación con la metodología de trabajo propuesta en la residencia Afecto Societal invita a la comprensión de una comunidad en red.
Esta comunidad busca interacciones más allá de las formas establecidas creando otras posibilidades de redes a través de un sistema colaborativo de trabajo. Una red afectiva y efectiva (como suelen decir) que desarrolla relaciones de proximidad y horizontalidad en un vínculo estrecho con el lugar y con sus trabajadores de arte locales. Al mismo tiempo, se utiliza y se beneficia de las verticales, de las conexiones de los puntos en el mapa latinoamericano para una construcción múltiple de narrativas contrahegemónicas. Narrativas de múltiples voces que buscan constituirse colectivamente trabajando la tensión entre lo construido (y, a veces, ficcionalizado) y lo historizado (y factual) en el contexto artístico. Creando así un amplio espectro discursivo que se hilvana cuidadosamente en cada lugar y en conexión con los lugares investigados y sus escenas artísticas.
Siendo así, un modo de organización, con método e intencionalidad, sin ingenuidad, para hacer modos desobedientes de organización. O, podríamos decir, de desorganización frente a un escenario de arte que se propone hegemónico, creando así resistencias y existencias que se permiten singulares a partir de criterios propios y conceptualizaciones escogidas.
Así, como lo sugiere Chico Science “yo organizándome puedo desorganizar, yo desorganizándome me puedo organizar”, desorganizando cierto sistema impuesto, podemos así organizarnos en narrativas en las que sintamos pertenencia, co-autores y cómplices. “luego construiremos la fábula para confabularnos y ser cómplices!”
Como sujetos participantes de la construcción de narrativas, en constante investigación y auto-análisis, estamos involucrados en el objeto analizado. Con la claridad de que si no creamos nuestras propias narrativas, otros pueden crearlas. En este sentido, Afecto societal como construcción de un común en que quepan las múltiples narrativas y que ellas creen un mapa múltiple y complejo de las artes.
Así, como la producción de obras, la producción crítica, reflexiva, los mapeos, investigaciones y las consecuentes narrativas en relación a la producción y escenas locales, son también modos de producción del espacio.
BIBLIOGRAFÍA.
- ANJOS, Moacir dos. Local/global: arte em trânsito. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Ed., 2005.
- CARLOS, Ana Fani Alessandri. O lugar no/do mundo. São Paulo: Labur Edições, 2007.
- LEIRIAS, Ana Gabriela. Novas cartografias on line: arte, espaço e tecnologia. Monografia de especialização em História da Arte Moderna e Contemporânea. EMBAP/PR, 2011.
- LEIRIAS, Ana Gabriela. Criações poético-espaciais: cartografias e práticas artísticas contemporâneas. Dissertação de mestrado em Artes. Escola de Comunicação e Artes de São Paulo, 2014.
- HAESBAERT, Rogério. Da multiterritorialidade aos novos muros: paradoxos da des-territorialização contemporânea. Universidade Federal Fluminense: Niterói, 2011. Disponível em: