Acción / Transacción
(sobre Economía y Mercado de Arte. Primera Parte) este texto fue preparado para la residencia ACCIÓN / TRANSACCIÓN (Buenos Aires, Argentina. Mayo 2018) y revisado para ACCIÓN / TRANSACCIÓN II (Sao Paulo, Brasil + Buenos Aires, Argentina. Abril 2019).
A neutralidade é uma ficção. Uma ficção interessada. "O campo científico", Pierre Bourdieu. 1994
La economía, al igual que el arte contemporáneo, es inestable, cambiante y se alimenta de las crisis. Como la economía, el arte contemporáneo también se puede describir en ciclos y contra-ciclos; interferencias y recurrencias.
Sin embargo, sabemos que en latinoamérica se ha mostrado eficiente establecer una relación de opacidad entre ambos (arte contemporáneo y economía), construida en base a argumentaciones morales que inhabilitan las acciones y eliminan la competencia. Esta imposición taxativa sustenta una creencia que pretende escindir la economía del arte contemporáneo, velando el funcionamiento del sistema capitalista que sigue operando -siempre tan perfecto- a beneficio de quienes mejor conocen su funcionamiento (y ocultan este conocimiento).
Como nuestro trabajo como investigadores de arte es ser explícitos -pornográficos- desde una comprensión amplia de los fenómenos; traeremos aquí una serie de nociones y conceptos de economía y arte contemporáneo, para describir e intentar comprender esta relación. Nociones y conceptos que nos permitan señalar, delimitar y describir sus ciclos, y también cómo ellos están íntimamente relacionados a la capacidad de producción de arte contemporáneo. Antes que nada, afirmamos que el arte contemporáneo es un sistema y un campo de conocimiento específico, afirmándolo en los términos que describe Pierre Bourdieu: interés, illusio, reglas de juego, habitus, etc. Y por ello, entendemos que se trata de una multiplicidad de roles y funciones que actúan coordinadamente (y en disputa) para administrar lo producido (objetos, textos y relaciones), y específicamente determinar su valor; según como es puesto en común con la sociedad y cómo ocurre su uso efectivo (dentro y fuera del campo). El arte contemporáneo es un sistema y por ello un sistema económico. En él se conjugan a lo menos dos tipos de economías: una Economía de los Símbolos (simbólica) y una Economía de las Transacciones Financieras (finanzas), que se influyen mutuamente y generan co-dependencias en la producción y circulación de los bienes valorados. En ambos tipos de economía se intersectan las cosas (objetos, prácticas y discursividad) y los criterios de valor. Su uso -aunque no especifiquemos cúal necesidad satisface- establece un tipo de valor (cualitativo). El esfuerzo (material y mano de obra) que demanda su producción establece otro tipo de valor (cuantitativo). En este sentido el arte contemporáneo demuestra, en sus procesos de creación de valor, que no existe relación entre valor de uso y valor de cambio. Esto que afirmamos sobre el Sistema de Arte Contemporáneo se puede decir de todos los otros sistemas, obviamente. Todos ellos son simultáneamente económicos, políticos, sociales, en resumen ideológicos. Todo sistema implica un intencionamiento ideológico y una disputa entre otros órdenes posibles (entre ideologías divergentes); y todo esto está previsto en su despliegue. Sin embargo, es la condición del arte contemporáneo de ser un campo de conocimiento sin axiomas lo que lo coloca en una posición privilegiada en este sentido (el del intencionamiento ideológico): es un sistema que puede participar, contravenir y auditar otros campos de conocimiento e ideologías. Entonces, ¿qué es eso que llamamos producción desde el arte contemporáneo?: ciertos objetos y su condición de uso (y su contrato de lectura), gestión de connotaciones simbólicas, otros órdenes posibles (del imaginario), validación u obsolescencia de normatividades naturalizadas, sólo para empezar. En resumen, el sistema produce capacidad y orden a través de los objetos por sí mismos, de las relaciones posibles entre los objetos y quienes los indagan, y de las conceptualizaciones que se habilitan en esta relación. Para ello utiliza una serie de procedimientos recurrentes, una caja de herramientas en búsqueda de un método de aproximación e interacción con la cultura y con su propia epistemología. Procedimientos que podemos historizar, validar argumentativamente y que se ponen a prueba en la experienciación de su influencia e injerencia contextual. Un orden específico de procedimientos produce institucionalidad, esto es una capacidad normativa-prescriptiva, de regulación, reproducción y administración de los esfuerzos propios (del capital y la mano de obra) y de los intercambios fuera de la institución. Acá es donde aparece la posibilidad del mercado: entre instituciones se exige la formalización de los objetos para convertirlos en mercancía, tasarlos (establecer un valor y un precio) y negociarlos (establecer condiciones de transacción). Antes de eso sólo existe una producción impulsiva y una demanda esporádica para un mercado disgregado. La primera cuestión a señalar es que el mercado de arte contemporáneo es posible sólo si es capaz de generar un sistema de equivalencias entre instituciones disímiles (debido a que son producto de diferentes órdenes de procedimientos) que permita las transacciones, garantizando el valor (de lo transado) a través del establecimiento de una confianza general. Entonces, el capital en arte contemporáneo es capacidad de producción especificable, la línea editorial (un orden específico) y la confiabilidad general. El patrimonio, por su parte, es la capacidad de acumulación de este capital. Las conductas hacia el capital y el patrimonio definen el rol (de las personas e instituciones) en el sistema de arte.
El siguiente punto es cómo la producción desde el arte contemporáneo participa del mercado. En principio toda producción es -en sentido amplio- objetuable (cosas, discursividad, relaciones) que actúa como fenómeno, es decir como un hecho que aparece a la percepción a través de su experienciación. La creación de equivalencias convierte los objetos y fenómenos en mercancía, los hace bienes transables. Un ejemplo de la integración de este tipo de pensamiento económico en el sentido común es la pregunta “¿cuánto me quieres?” poniendo la cuestión en términos cuantitativos y preguntando por su equivalencia. Muy diferente a esto -conceptual y perceptualmente- es preguntar “¿cómo me quieres?”, es decir ponerlo en términos cualitativos no equivalentes y por ello no transables. A su vez estas mercancías encuentran su lugar de mayor eficiencia (de enunciación de valor) en el espectáculo donde se prioriza su exhibición pública, en función de que la concurrencia (cantidad de público asistente) se convierta en herramienta de negociación de su valor. Objeto => Mercancía => Espectáculo Entonces, ¿cuáles son los bienes transables en el mercado de arte contemporáneo? en términos generales Productos que llamaremos objetos de arte (obras, publicaciones, etc.) y prestación de servicios (como curadoría, montaje, pedagogía, etc.).
En este momento es preciso señalar que estos excedentes transables (objetos y servicios) son resultado de los procedimientos de producción que señalamos anteriormente pero que no son necesariamente su objetivo o prioridad. Los procedimientos de producción generan -como fenómenos- procesos simultáneos como los de Producción de Subjetividad o Afectación del Imaginario y que actúan paralelamente al mercado de arte contemporáneo, principalmente porque son difíciles de estructurar y cuantificar en términos financieros. Entre ellos el beneficio social excedente de las prácticas artísticas. Sin embargo estos fenómenos no se encuentren fuera del sistema económico (de la Economía del Arte aunque no en las Finanzas del Arte), como lo predican los análisis moralistas o como intentan encubrirlo quienes participan de los privilegios del sistema. Es una creencia común que explicitar la economía del campo del arte contemporáneo es un atentado antieconómico, pero muy por el contrario. No se trata de repartir una torta (pensado en términos económicos obsoletos), sino de incrementar, diferenciar y complejizar nuestras relaciones económicas deseantes en el arte y con los otros sistemas de producción de conocimiento. Trabajamos por esto: por el establecimiento de condiciones justas de trabajo, en función de modificar la economía de privilegios hacia la formalización institucional de una economía de derechos, en el arte y en la sociedad. Jorge Sepúlveda T. y Guillermina Bustos Curatoría Forense - Latinoamérica Buenos Aires (2018) + São Paulo (2019).