Quintero comenzó su carrera como artista durante su condena de 10 años de prisión, de la mano de Haru Wells, una mujer decidida a demostrar que el arte es un sustituto efectivo del crimen. Wells enseñó arte a Jhafis, quien encontró en esta disciplina una forma natural de alimentar y canalizar el apetito por la transgresión que lo llevó al crimen, y a encontrar la manera de ser él mismo sin dañar a los demás. Mientras estuvo en prisión participó en concursos y exhibiciones nacionales de arte en San José (Costa Rica) con piezas que recibieron menciones honoríficas.
Su experiencia en la prisión juega un papel principal en su trabajo. Existe una percepción peculiar del paso del tiempo y sus implicaciones para un cuerpo inmerso en ese marco de tiempo particular, una cuestión de límites físicos y mentales, y una reflexión constante sobre la muerte que se desliza sobre la vida de los reclusos.Su práctica artística se deriva de sus experiencias personales en el mundo del encarcelamiento, el silencio, la inseguridad, pero también la imaginación y la creatividad dirigidas a encontrar medios de supervivencia. Es capaz de crear estructuras lúcidamente escapistas mientras mantiene constantemente una perspectiva irónica e incluso humorística que le impide caer en la miseria y la autocompasión.