Recorrer, descubrir y recordar distintos espacios (físicos y virtuales), ha sido una actividad humana innata desde hace miles de años. Del ejercicio de reconocernos dentro de los espacios que habitamos nace la necesidad de compartir nuestros hallazgos.
La idea o concepto de mapa tal y como la conocemos ha sufrido una serie de modificaciones en años recientes; desde su materialidad, su nivel de abstracción y su grado de detalle que no se limitan únicamente a valores geográfico-cartográficos de espacios o territorios físicos, sino que también apuntan a valores abstractos representados en formas de múltiples narrativas; hasta los cambios en las intenciones detrás de su creación, en muchas ocasiones vinculadas a la vigilancia.
Las herramientas digitales actuales no solo han sofisticado los modelos de representación, sino también han abierto el camino para generar una serie de planteamientos más críticos.
La idea o concepto de mapa tal y como la conocemos ha sufrido una serie de modificaciones en años recientes; desde su materialidad, su nivel de abstracción y su grado de detalle que no se limitan únicamente a valores geográfico-cartográficos de espacios o territorios físicos, sino que también apuntan a valores abstractos representados en formas de múltiples narrativas; hasta los cambios en las intenciones detrás de su creación, en muchas ocasiones vinculadas a la vigilancia.
Las herramientas digitales actuales no solo han sofisticado los modelos de representación, sino también han abierto el camino para generar una serie de planteamientos más críticos.