Es acrílico sobre tela y mide 170 x 190 cm. Cuando empezó a trabajar con esta temática, le interesa traspasar los límites que le impone el realismo, Loli Aldazabal va tras las huellas de los escultores Richard Deacon, Anthony Caro, Bernar Vene y Richard Serra, llevando la abstracción a la pintura y dejando la obra abierta para el espectador.
Así, al plasmar en tela los grandes volúmenes de la escultura, da un salto al espacio bidimensional, fusionando la figuración con la abstracción. Nacen formas realistas, representativas, presentando en simultáneo múltiples perspectivas, en búsqueda de romper con el punto de fuga único y tradicional. Pero a su vez su composición formal no es compleja, dando un descanso a la vista en este mundo lleno de imágenes.
Los objetos sin unirse, se necesitan unos con otros. El juego de plano y volumen, de equilibrio y desequilibrio, es el resultado del enfrentamiento entre fuerzas opuestas.
En un espacio que ya no es físico, que no se puede medir, y que obedece más a una sensación, a una vibración o a una presencia de algo que no es, engendrado por lo que sí es, generando sensaciones ambiguas.
Son espacios que están modelados por la propia línea, que arma planos sucesivos, otorgando profundidad a la composición.
En esa búsqueda del plano, surge una necesidad de volver a otorgar cuerpo a las formas, donde en esta obra ambas tienen volumen, generando el espacio dentro de un fondo liso y plano que da sensación de que están suspendidas en el aire. Jugando así con la ambigüedad, de que en la bidimensionalidad de la tela, tal sostén no es necesario como tampoco lo son, la luz y la sombra. Siempre hay quiebres hechos apropósito y conscientes.
Le interesa cada área que pinta, cada idea que surge, cada color que elije, y la relación que se desprende de todos estos elementos. Por eso le gusta esta pintura; porque construye un espacio que no es, porque el acento puesto en el color gris, hace referencia a la ambigüedad de la vida, donde siempre hay momentos alegres como el rojo y no tanto como el bordeaux, pero todo adentro de un verde de expectación.
Así el espectador es quien debe tomar la decisión de sumergirse en ese mundo y entregarse a la propuesta de la obra, o permanecer expectante.