BERMÚDEZ: SE EXTINGUEN LAS FIERAS?, 2016/2018
Com amor, aos que me ensinaram a ver tigres
Mientras alguién me contaba sobre Bermúdez, me imaginé siendo la actriz Fernanda Montenegro en la película “Central do Brasil”, en aquella escena en que ella se sienta detrás de una mesa con una hoja de papel y un lapicero, y allí se forma una fila larguísima de personas que quieren comunicarse con otras a través de cartas. Mi estómago se apretó, mi cuerpo lo sabía. En Bermúdez yo escucharía una ciudad entera. Lo que no sabía mi cuerpo y yo no podía imaginar es que dos tigres también me esperaban allá.
Me convertí en la habitante Nº 97, eso significaba un problema para la ciudad. Bermúdez había decidido alojarme en la sala del jardin infantil de la Escuela Nº 23. Primero llegó mi cama, después el colchón, y cuando la noche cayó vinieron los tigres acompañados por un león. A medida que negociaba esta situación conmigo misma, en silencio, decidí convertir mi cuerpo en casa. En Bermúdez no cabía uno más.
Las casas eran islas en la ciudad que parecía flotar sobre un lienzo de agua que solo se dejaba ver según los niveles de las lluvias y los ritmos de los recuerdos. Así como los rieles del tren, que cruzaban los caminos de tierra pera terminar escondíendose en el vaivé de las olas. La maleza era el mar que se tragaba todo lo que pretendiera permanecer en el tiempo.
La fila de gente que debía formáse en la puerta de la Escuela Nº 23 se convirtió en pequeños circulos en el interior de las conchas familiares y el papel de las cartas usado antes para comunicarse con otras personas, se transformó en un mapa.
Entre mates, facturas y asados, el mapa comenzó a contar la historia de una ciudad de mil habitantes que tenía una estación de tren, una panadería, una carnicería, una peluquería, un taller de pintura, un consultorio médico, una cooperativa, un club, un campo de fútbol, una iglesia, un cura y una alcaldía.
Escuché el rugido de los tigres. Descubrí que la cama en la que dormía estaba en el lugar equivocado y pedía volver a su casa de origen. Salí a buscar el cuarto al que le faltaba una cama. Cuando lo descubrí, devolví la cama conmigo dentro.
A la hora de partir intenté decir a Bermúdez que sería difícil llevar a los tigres, no entraban en mi maleta y tal vez no cabrían en el avión, pero nadie aceptó mi explicación y los tigres volaron junto a mi.