En los últimos 17 años hemos sido testigos del inmenso fenómeno migratorio a nivel mundial. Millones de personas migran de sus países escapando de la inestabilidad económica, social y la guerra y buscando oportunidades para poder vivir mejor. Entre el 2000 y el 2010 estas tazas aumentaron, produciéndose a nivel global una cifra de alrededor de 231 millones de personas en situación de migración. Desde los 90, en Colombia se vive una fuerte historia de salidas hacia el extranjero debido a la violencia y la pobreza. Se estima que desde el 2014 unos 327.000 colombianxs han abandonado el país asentándose en diferentes partes del mundo, y esta cifra va en aumento. En Chile, Colombia se registra como el quinto país en porcentaje de residentes migrantes con un número de 48.894 personas (según el último censo del 2012, y va en aumento). La falta de estrategias legislativas, políticas y educativas sobre la realidad migratoria ha hecho que las personas en esta condición sean víctimas de abusos y explotación laboral, escaso acceso a educación, salud pública y racismo, manteniéndoles en situación de marginalidad. La situación económica y política en Chile responde ineludiblemente a su historia: los 17 años de régimen militar implementaron en el país un sistema económico de corte neoliberal, generándose un cambio en la constitución y dando amplia libertad a grandes empresarios tanto nacionales como extranjeros, sumándole a esto los gobiernos “democráticos” que le siguieron desde los 90 hasta la fecha, perpetuándose aquel modelo. A esto se debe el aparente crecimiento económico de esta nación, lo que hace posible que este sea un destino preferible para la población migrante debido al similar fenómeno económico que está desarrollándose en Colombia desde hace algunos años.
Es en este contexto que El Peso de la Nación se desarrolla. Las artistas Luna Acosta (Colombia) y Paula Baeza Pailamilla (Chile) gestan esta acción relacional en espacios públicos y culturales con el fin de generar diálogos y cruces con personas migrantes inicialmente en Santiago de Chile. Tejemos colectivamente una bandera de Colombia y Chile unidas por la franja roja elaborada con ropa donada por migrantes colombianxs y ciudadanos chilenxs, hacemos trapillo con ella y tejemos a crochet, la cual terminará midiendo 6.5 x 4.5 metros. Nos sentamos sobre un lienzo blanco, invitamos a las personas a tejer, conversar, hacer trapillo, a dialogar y que nos relaten sus experiencias. Usamos la bandera como signo de patria, de frontera, de construcción ficcionada. Inventamos nuestra propia bandera para poder habitar y asentar nuevos territorios efímeros. Creamos naciones y cargamos su peso, compartimos los colores de las identidades migrantes.